Normal
0
21
false
false
false
ES-CL
X-NONE
X-NONE
/* Style Definitions */
table.MsoNormalTable
{mso-style-name:»Table Normal»;
mso-tstyle-rowband-size:0;
mso-tstyle-colband-size:0;
mso-style-noshow:yes;
mso-style-priority:99;
mso-style-parent:»»;
mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt;
mso-para-margin-top:0cm;
mso-para-margin-right:0cm;
mso-para-margin-bottom:8.0pt;
mso-para-margin-left:0cm;
line-height:107%;
mso-pagination:widow-orphan;
font-size:11.0pt;
font-family:»Calibri»,»sans-serif»;
mso-ascii-font-family:Calibri;
mso-ascii-theme-font:minor-latin;
mso-hansi-font-family:Calibri;
mso-hansi-theme-font:minor-latin;
mso-fareast-language:EN-US;}
Desperté desorientado, un poco sediento y azotado por un ardiente sol, al igual que un náufrago. Siguiendo mi instinto básico de ubicación, intente de alguna forma triangular mi posición. El lugar era desconocido para mi persona: arenas blanquecinas, el sol quemando mi piel y el mar, oh el mar con su vaivén infinito que azotaba las rocas violentamente y a la vez acariciaba la pálida arena. Todo pareciera ser normal a excepción de que el mar tenía un tono algo extraño, era verde ,como diría Lennon en una de sus canciones. En fin, ya me había rendido, esta no era la realidad o al menos no era a lo que regularmente le llamo realidad. De alguna manera ese mundo había sido estructurado dentro de mi mente y sin culpa alguna pretendía explorarlo y dejar que me absorbiera.
Lo primero que hice fue bañarme en el océano verde, me mecía tal cual lo hace una madre a su pequeño hijo; arriba y abajo, este y oeste, amanecer y ocaso. Me sentí liberado de todo dolor, de todo pensamiento y de poco a poco me disolví en el océano. El océano era yo y viceversa, yo era el océano. No sé cuánto tiempo estuve perdiéndome en mi mismo, porque tú sabes, la experiencia onírica y la linealidad temporal son cosas que no combinan bien. Luego de regodearme en lo que fue mi océano, fui llevado hacia la costa gentilmente, en la orilla me senté un momento a descansar de tan agotadora experiencia como era disolverse en el océano. Mientras las olas todavía llegaban a mis descalzos pies, comencé a fijarme que estas traían trozos de vidrio, sin embargo no eran pedazos pequeños sino rocas de mediano tamaño sin filo alguno, algo intrigado tome una y la lance al mar, donde sonó al igual que una copa al romperse. Me divertía contemplando el psicodélico paisaje cuando repentinamente un hombre de gran estatura, de piel calada por el sol y con una máscara blanca con signos tribales se alzó por sobre una roca a la orilla del mar, me miro rápidamente y en una especie de vozarrón gutural comenzó a gritar de una manera casi ritualista. Entre intrigado y asustado intente dirigirme a él, sin respuesta o al menos sin alguna que yo pudiera entender, excepto por una señal directa: me apuntaba hacia un bosque que se alejaba del océano verde. No sé si fue su tono o mi propia curiosidad lo que me motivo a abandonar el lugar e ir hacia el bosque, mientras caminaba podía oír como el tipo de la roca seguía gritando mientras la distancia comenzaba a volverme sordo.
No debo haber caminado mucho, creo, pero me sentía muy diferente a como me sentía en el océano, nadar en ese mar me había calmado, me había sentido en paz, en sabiduría, había logrado tener contacto con un parte de mí que no conocía. En cambio ahora me sentía eufórico, era un perro que había cortado la correa, un relámpago que se escapaba del cielo para llegar rápidamente a la tierra. La electricidad recorría mi cuerpo, excitado por conocer este nuevo entorno miraba todo lo que podía, frenéticamente. Mis ojos tenían hambre y yo les estaba dando la mejor comida que existía, algo nuevo. El bosque era frondoso, lleno de árboles altos pero de alguna manera la luz lograba escabullirse por entre las largas ramas. Eran pinos, lo supe inmediatamente por su característico olor, solo que eran un poco más azul de lo normal. Me ahogue en el olor a pino una y otra vez, admiraba impresionado toda la majestuosidad de los árboles, ellos se inclinaban mientras yo caminaba como si quisieran seguirme y hablaban entre ellos a través de los chirridos de sus ramas causados por el viento que pasaba. Luego llegue a una planicie que estaba al centro del bosque, camine lentamente por ella un poco cansado luego del frenesí de sensaciones que había tenido, el suelo estaba húmedo y el sol era delicado, formándose un contraste que disfrute mientras caía en un suave y somnolienta calma. Tirado al lado de unos troncos mire el suelo y me percaté de que estaba lleno de hongos, hongos rojos como la sangre, rojos como el ocaso carmesí. A lo lejos vi a un tipo de estatura baja, regordete y barbón, se veía bastante ajetreado recolectando los colorados y elegantes hongos. Poco a poco se fue acercando a mí a medida que iba cosechando, este hablaba mi idioma pero en una forma bastante llamativa, casi cantando, y me ofreció gentilmente dos corpúsculos color sangre que comí a gusto. Sabían, sabían muy extraño, sentí una extraña calma y me perdí en el bosque por lo que creo, fueron siglos.
Una cucharada de café y dos de azúcar llenaban mi taza, la realidad como le llamaban algunos había de alguna forma encontrado a mi persona.
Deja un comentario