LA HIJA DEL BARQUERO
Mi padre es el barquero del rio Tajo con gran destreza navega por sus aguas es conocedor del peligro que albergan sus aguas, y domina los rápidos peligrosos cuando aumenta su caudal.
Salimos de nuestra humilde casa en Toledo al amanecer. En este año del 1748, inauguran la Real fábrica de seda de Talavera. Mi padre suele llevar viajeros desde Toledo a Talavera, es el medio de ganarse su sustento. En uno de sus viajes, conoció a Juan Ruliere el que sería el futuro director de la fábrica, papá, le habla de mi mayoría de edad para trabajar en ella, urgía mi ayuda económica, somos muy pobres y mis hermanos menores de edad.
El sol ya pintaba el horizonte del rio con sus dorados rayos, cuando mi padre me dejó a la orilla junto a la playa de los arenales, a mi derecha, la ciudad amurallada de Talavera que aún permanecía dormida. Por la puerta de Sevilla de acceso a la ciudad vi salir a un labriego con sus mulas y apeos de labranza. Me despedí de mi padre con un beso, me recogería de nuevo al término de mi jornada laboral.
Estoy muy nerviosa, emprendo el camino con paso ligero hasta llegar a la fábrica- ¿qué tal me iría en mi trabajo? ¿Cómo me aceptarían mis compañeras?
Hoy viene a la inauguración Fernando VI. Mamá, me ha confeccionado un sencillo vestido de paño en azul oscuro, que Emilio mi padre, me trajo de su último viaje a Portugal. Mi cabello rubio, lo llevo recogido con un sencillo casquete color rosa.
Ha transcurrido un año desde la inauguración de la fábrica, es primavera y comienzo mi jornada laboral. Soy la encargada de la selección de sedas que lucirán la alta nobleza. Estaba concentrada en mi trabajo, cuando Aixa, tímidamente llamó mi atención…
_ ¿Te llamas Clara?
Al contemplarla observe la riqueza de su vestido y la fama de su belleza que tantas veces oía por los rincones de la ciudad imperial de Toledo.
Aixa vivía en una casa perteneciente a un noble que era su esposo Alí, y era pariente del último moro de Toledo, por tal motivo era mora.
Mi padre la traía como pasajera hasta la fábrica dos veces por semana, ella elegía las telas más hermosas, y las modistas de Toledo, confeccionaban sus vestidos.
Juntos con Aixa y yo, también solía recoger a otro ilustre viajero llamado Antonelli. Era ingeniero y tenía en proyecto, hacer un puerto de mar en Talavera que llegara a Portugal, esto ofrecía gran riqueza para toda la comarca. Con grandes barcos, se podría transportar a personas, tropas, y víveres, la obra suponía un gasto de 433.000 reales que las arcas reales no se podían permitir.
La preocupación de mi padre fue en aumento, cuando Antoneli y dos compañeros, planeaban hacer el puerto de mar. Para ello, tenían que romper las presas molineras, y hacer un trazado de caminos de sirga a la orilla del rio, para facilitar el arrastre de las embarcaciones contra las corrientes. Para cortar los rápidos furiosos, que dificultaban la navegación desde la desembocadura del rio Jébalo, ideaban excavar un canal que desde el término de Caleras, llegara hasta el arroyo de Alcañizo, para navegar por el Tiétar hasta su desembocadura en el Tajo.
Como en Aranjuez existían barcos, salió uno con el nombre de Antoneli, ya que de él surgió la idea de hacer el rio navegable.
Los amigos de papá, como los molineros, bataneros, y los dueños de los lavaderos, se resistían a este proyecto.
Al viaje del llamado Antoneli, fue invitada Aixa. En los múltiples viajes realizados en la barca de mi padre, se habían enamorado locamente, y mi amiga aceptó la invitación con gran ilusión. Junto a la cubierta del barco, y como testigo el rio Tajo, sellaron su amor con un beso apasionado.
El rio, tenía un trayecto fluvial muy accidentado, y esto produjo que el barco chocara contra el puente de Talavera. Papá que navegaba cerca, lo vio zozobrar entre la corriente. Los bataneros echaron al rio, gruesas maromas para ayudar a los náufragos, mi padre experto nadador, saltó al agua a salvar a Antoneli, Aixa, y varios pasajeros más, que se atrevieron a desafiar al rio. Este episodio, puso punto final al proyecto, para gozo de mi padre que veía peligrar su medio de buscarse el sustento.
Mi amiga Aixa, fue infiel a su esposo, sus esponsales con el moro Alí, fueron por conveniencia de ambas familias. No amaba a su esposo, y sus sentimientos quedaron al descubierto tras conocer al ingeniero.
El adulterio era castigado con pena de muerte. Los enamorados, marcharon a Italia, huyendo de la venganza del marido ultrajado.
CAPÏTULO II
Una tarde de invierno a la salida de mi trabajo, encendía las antorchas a la barca de papá, a las seis, la oscuridad era absoluta. No pasó desapercibida para mí, una presencia entre los cañaverales. Mi corazón quedó sobrecogido por la sorpresa, y al mismo tiempo por la alegría al reconocer a mi antigua amiga que creía perdida para siempre.
Nos contó lo fugaz de su aventura amorosa, Antonelí murió en una reyerta callejera a la salida de una taberna.
No podía presentarse ante su familia, sabía que sería repudiada por adulterio, y además estaba en avanzado estado de gestación. En nuestra humilde casa toledana, dimos cobijo a nuestra amiga con el peligro que este hecho llevaba consigo, en la más absoluta discreción y ocultándola, para no ser descubierta por algún vecino, y así cobrar su rescate. Habían puesto precio a su cabeza.
Transcurridos tres meses nació el pequeño Emilio, nombre que le puso su madre dado el gran afecto que sentía por mi padre.
De mutuo acuerdo, decidimos llevar a Talavera al recién nacido para no ser descubierto.
En la ribera del rio, lo esperaba un monje que lo llevó al monasterio de los jesuitas.
Dos años después, Aixa, fue a por el pequeño, y regresó a Italia con la familia de Antoneli.
Cuando nos abrazamos al despedirnos, ambas lloramos desconsoladamente. Probablemente jamás nos volveríamos a ver.
Le confeccioné un bonito tapiz en seda de mil colores, con la siguiente dedicatoria.
SIEMPRE HABITARÁS EN NUESTROS CORAZONES.
CLARA.
FIN
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