Hoy pensé en escribirte, me moría de ganas de hacerlo, quería preguntarte muchas cosas, como si sería posible ser feliz…, si encontraría a alguien que me hiciese sentir una caída al vacío y a la vez tan sujeta al suelo, tan segura de no perder el equilibrio, y desear vivir con una sonrisa en la cara y una carcajada en el alma…
Si alguien más a parte de ti sería capaz de verme como tú lo solías hacer, sin trampas, sin sombras, sólo yo, transparente, nítida, sin miedo a decir lo primero que pasa por mi cabeza y que me mirase sorprendido y a la vez deseando darme un beso, aquel que te deja sin aliento, como aquellos que me dabas, que no quería que acabasen, que no quería que terminasen, y vivir esos días que deseaban que pasasen, para así dejar de contar el tiempo para estar contigo y volver a reír…
No sé que me hiciste,
No sé que pasó,
No sé que provocó que de repente te convirtieses en mi debilidad y fortaleza,
A lo que agarrarme cuando todo se tambaleaba,
Y que al dejarme me dejaste caer, lejos, al fondo, y ahí estoy.
Y las oleadas de tristeza, van y vienen.
Y me ahogan a veces, y otras me dejan respirar un poco más, cogiendo aire fuerte me vuelvo a sumergir en la profundidad más oscura, y espero a que llegue la siguiente, rezando para que no golpee tan fuerte, para que esta vez me dé tiempo a prepararme…, y la nueva ola llega y golpea, duele y escuece.
Pero el agua salada cura mis heridas y poco a poco las oleadas se irán distanciando, hasta que se conviertan en una suave marea donde plácidamente esperare cambiar de mar, de playa, de tierra que explorar, al lado de alguien que no me deje caer, sino que saltará conmigo del lugar más alto que encontremos, y no me importe hacerlo, porque veré en sus ojos aquello que algún día me pareció ver brillar en los tuyos y que se desvaneció.
Ahí viene otra, la veo, es una sombra borrosa, que adquiere la forma de tu silueta, y el ruido del oleaje se torna en un sonido parecido al de tu voz…
Cojo aire, cierro los ojos fuerte, me hago pequeña, muy pequeña lo máximo que puedo para que no duela, para que esta vez golpee en la mínima parte de mi cuerpo y el agua helada me hace sentir frío y me empuja a su antojo, parece que ya se va… La ola me deja de tratar como un muñeco de trapo, sigo encogida, no me atrevo a estirarme, ni a volver a coger aire, puede que una nueva ola me sorprenda, ya lo ha hecho otras veces…, Espero…un minuto, dos, tres… Parece que no hay peligro, me deshago, vuelvo a estirarme, salgo a la superficie, al fin respiro hondo, un aire que huele a tormenta.
El aire es frío, y no veo nada, la luz se ha ido.
No parece que haya más olas, inquieta espero.
Esta ha sido de las fuertes, pienso.
Tal vez no vengan más hoy, vuelvo a respirar.
Y espero.
A que la vida deje de mandarme olas violentas, que me empujen y que me hagan temblar, al recordar tus abrazos, al escuchar de nuevo tu voz, o al ver los hoyuelos de tus mejillas en alguna foto olvidada… Y encontrar esa calma, ese no sentir, para poder volver a hacerlo después, con más fuerza y menos miedo.
TodoyTelma
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