Despiertas, abres los ojos con miedo a que la realidad que te espera sea más aterradora que el motivo por el que despiertas de ese “dulce sueño”.
Como en todo despertar te concedes cierto tiempo recordando todo lo soñado. El principio del sueño lo recuerdas tan lejano y borroso que, aun siendo lo más importante del “dulce sueño”, es lo que antes olvidamos. El final, algo más reciente, es tan amargo que hace que inundemos con malos recuerdos los buenos recuerdos.
Personalmente pienso que cuando nuestro “dulce sueño” termina mal o de forma inesperada tendemos a pensar que ese sueño es un sueño disfrazado de pesadilla, y no. No nos damos cuenta de que nuestro “dulce sueño” se ha hecho realidad y despertamos frustrados y perdidos. ¿Por qué? Porque a veces el dicho de “la avaricia rompe el saco” aplicado al ámbito del amor nos enseña que aun sabiendo que hemos vivido grandes experiencias que, aún momentáneas, nos enseñan a crecer y saber vivir con nosotros mismos, sentimos que no es suficiente y el saco (nosotros) se rompe.
Porque no siempre los sueños más largos son mejores ¿No?
Cuando despiertas de un sueño, sea malo o bueno. ¡Qué más da! ¡HAS DESPERTADO! Y volverás a soñar y muy probablemente volverás a despertar.
¿Llorar por un sueño? Nah, que va… Llorar solo cuando lo merece, y si es posible de alegría para demostrar que eso no solo ocurre en las películas.
Que soñar es gratis, y tu mirada, tu sonrisa y tus besos también lo fueron. En la realidad en la que me despierto ya no lo son. Pero no quiero “pagar” por algo que alguna vez tuve gratis. Por ello sonrió, porque mi sonrisa si sigue siendo gratis y por si algún día deja de serlo quiero aprovecharla al máximo.
Te añado a mi lista de sueños cumplidos.
Dulces sueños.
Deja un comentario