Parte 1. Conociendo la felicidad
Es tarde ya, el tiempo ha pasado un vacío me ha invadido, como la luna al ser cubierta por las nubes, como las estrellas al ocultarse en el día.
Estaba listo para emprender un nuevo camino, a marcar mi propio destino acompañado de tristezas, alegrías, ilusiones, desilusiones, pasiones y demás emociones que concluían en puras decepciones emocionales y sociales, cansado de no encontrar ninguna salida, cansado de no encontrar lo inesperado, lo nunca antes sentido, esa experiencia de la que tanto hablan los poetas, esa experiencia llamada felicidad.
Y así fue como con un largo suspiro termine invocando la “felicidad”, palabra que conociendo su significado literario nunca antes había sentido, y de pronto con ese pensamiento los parpados se cerraron sintiendo el peso del cansancio en una fría cama difícil de conciliar ese valioso y ansioso sueño, con la esperanza de despertar y poder olvidar lo antes pensado.
Con el peso de mi cuerpo y con la ligera sensación de sentir que estoy dormido, pero consciente que aún no lo estoy, es decir, ese sentir que te hace pensar que tu cuerpo gira, que tu cabeza gira y que caes, ese impulso involuntario que hace que el cuerpo salte de forma inesperada con la confianza de encontrar un caída sutil y agradable, así fue como al fin pude abrazar el descanso que absuelve ese espacio dedicado a la tan escuchada y añorada felicidad.
Día dos
Los rayos del sol penetran mi alcoba sin permiso alguno, así como el público al transitar por la estación del metro, con la ilusión que partirán y llegaran a su destino, un destino elocuente. La mañana se torna gris, a pesar de lo cálido que han dejado los rayos del sol mi alcoba como si el sol supiera que debo de levantarme, sin rumbo, sin destino, teniendo caminos marcados que transitar, teniendo un lugar al cual debo llegar, siendo cumplidor una vez más de la tradición de un martes casual.
Sin más que pensar, el despertador no tiene merodea empieza a fastidiar, es la señal que ya son las 7:10am, hora de levantar y comenzar a funcionar, maquinal de mis movimientos tradicionales he tomado el dentífrico, lavado los dientes, he tomado la ducha y en instintivo las mismas vestimentas del martes hace siete días exactos, cesando de alistar mis pendientes, puedo sentir el mismo olor particular de ese café solitario que no puede faltar antes de partir.
Saliendo de mi lecho, el transito es el mismo, las mismas vías, el mismo metro es de abordar y en la misma estación me he de bajar y caminar unas cuantas cuadras que hasta los pasos han sido numerados unas millares de veces y si me preguntan siempre tengo la duda de lo que acontecerá.
Una vez más ya frente al periódico junto a la entrada, pensando que noticias tendré que editar, aceptando la misma rutina, en la entrada un típico saludo de la recepcionista preocupada por mi reacción de sorprenderla con el conserje, una escoba a medio paso que revela la presencia del mismo al salir corriendo, un ascensor que en ningún tiempo funciona y marca el nivel 4 fortuitamente al nivel que me dirijo, los típicos 320 escalones que he de transitar, al fondo de mi oficina se encuentra la tradicional cafetera que torna al grano de café al despedir un olor que a todo mundo conmueve.
Que irónico todo este pensamiento se presentó de forma automática en menos de 2 minutos, fingiendo estar bien y nada sorprendido de lo acontecido tal y como lo pensé llegue así al conocido trabajo.
El día no fue tan gris como lo imagine, algo inesperado paso esa tarde, esa tarde los caminos tradicionales fueron borrados por un efecto inesperado y al mismo tiempo deseado, algo no experimentado, una emoción, esa sensación de ansiar estar y no estar, sentir y no sentir, desear y tener miedo a lo deseado por tanto tiempo, esa sensación de soñar y demás emociones nunca antes experimentadas, esa sensación que es un miedo a lo inesperado, a lo no tradicional, a lo deseado otros dirán a lo merecido, un miedo que declive una chispa de luz en mundo de soledad, en un mundo desierto, que más ha de ser sino, la presencia de una damisela.
Esa mañana no dejaba de pensar ¿cómo actuar?, ¿qué decir?, y hasta el punto de pensar ¿cómo saludar?, era evidente que tenia décadas de no salir con una bella doncella, había confirmado mi invitación, luego de tantas emociones encontradas, la hora llego, pase por ella minutos antes de lo previsto, avanzando hacia ella recordé que no tenía un motivo para verla, moriría de locura si me llegase a preguntar el motivo de la invitación, tenía que pensar y muy rápido, luego a medida caminábamos por un café todo cambio, una paz nunca antes sentida experimente, una tranquilidad grande al verla conversar, que ni yo creía lo que estaba pasando, aún recuerdo el sonido de su delicada y bella voz que parecían cantos para mis oídos, el tiempo pasaba tan rápido que ni sentí cuando ya eran las 6:00pm menos un cuarto y ambos sabíamos que debíamos partir, con la esperanza de volvernos a reunir, y durante ese tiempo breve pero agradable, lleno de emociones encontradas, alegrías y sorpresas, no sabía cómo expresar lo sentido.
Luego de partir todo cambio, los días pasaban tan rápido y tan lento que citamos nuevamente para un suave tarde, un espacio ameno, era considerada una cita sin necesidad de mencionar que sí lo era, una escapatoria al cine, confieso que la película era lo que menos me importaba en ese momento, y el cine, a penas lo digo y por poco no lo reconozco, había pasado mucho tiempo de no visitarle y ahí estaba parado frente a ella cerca de la fuente, la fuente que siempre mantenía un caudal constante frágil y delicado, ahí estaba ella bella como la primavera, endulzando la tarde con sus lindos ojos, saludando con esa sonrisa que embellece su cara y con su tierna y delicada voz que aprecian mis oídos, saludándola y sorprendido de las emociones experimentadas fue así como entramos a la sala, estoy seguro que la película era la coartada perfecta más justa para estar a su lado, el reloj marcaba las 8:00pm de la tarde, iniciaba la noche con el cielo lleno de estrellas y sin luna, pero quien sustituirá a la luna me preguntaba, al momento comprendí que a mi lado tenia esos lindos ojos que tenían el mismo brillo que tiene la luna al iluminar, un día más había pasado y era la tertulia más linda que he tenido.
A medida los días pasaban, continuaba en constante comunicación con la bella doncella y fue entonces que pude deducir que era la única culpable de las enormes sonrisas que dejaba en mi rostro y malhechora de invadir todos mis pensamientos, fue ahí donde conocí y comprendí el valioso significado de la tan esperada, ansiosa y aclamada “felicidad” de origen gales “blanca y justa”, Yeni.
Autor: DKRM
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