Después de todo, estábamos allí, en la profundidad de su habitación, inmersos en la oscuridad, Tony y yo aprendiendo a cómo usar un arma. Primero sacarla del cajón. Listo. Balas. Listas. Después sostener la pesada arma de acero con ambas manos. Listo. Fría y peligrosa reposando entre mis manos, de un calibre veintidós, impactantemente negra,dispuesta a pecar, a errar, a fulminar eternamente con una bala caliente la vida de alguien, pero ¿De quién?, de eso no estábamos tan seguros.
“Esta lista” dijo Tony mirándola lentamente, y después como si le hablase a un bebé, le balbuceo unas palabras y la guardo dentro de su pantalón. Quise preguntarle sobre la procedencia del arma a quien tiernamente había nombrado “Denis”, pero no me atreví a hacerlo, supuse que se la había comprado a su amigo Marce que vivía en el mismo vecindario que nosotros. Así que me levante del suelo y ambos salimos silenciosamente de la habitación, yo siempre detrás de él, claro. Subimos al auto y no termine de ponerme el cinturón de seguridad cuando Tony me dijo: “Huélelo”, “¿De qué hablas?” le pregunté, “Huele el cinturón de seguridad, todavía huele a su perfume”, me ordeno por segunda vez.“Hablo de la chica que conocimos el sábado, la mesera del restaurante en la calle de Banfield, su nombre es Julia, a ella vamos a matar.” Hicimos un silencio y yo seguía olfateando el cinturón, era un olor dulce, olía caro, supongo que Julia debió comprar ese perfume tras largas jornadas de trabajo. Tony encendió el auto y dejamos atrás su casa, la veía por el retrovisor y poco a poco se hacía un rectángulo amarillo, indiferente a los dos. Durante el camino veía los páramos y sin duda ese jueves nunca hubo un cielo igual, tenía un poco de gris y ese celeste claro que tanto me recuerda el día que llegue a este vecindario. Vivíamos a las afueras de la ciudad, todo era sencillo, las luces se veían lejanas, hasta incluso yo sentía que podía respirar mejor. Voltee a ver la cintura de Tony y allí estaba “Denis”, reluciendo implacable, esperando a que comenzará la acción. “¿Mataremos a Julia?”, le pregunte con una gran sonrisa, que me costaba sostenerla en la cara. “No lo sé, ahora que lo recuerdo a unas dos calles sigue viviendo mi profesor de matemáticas, no le harían mal un par de disparos en el cráneo, ese par de disparos acabarían con su agonía y mejorarían la vida de su esposa, y la nuestra y la vida de todos nuestros compañeros. “No lo sé, hay otras personas más en todo el vecindario que merecen unos disparos, pero él no. Ahí está el ejemplo de la señora Ferro, quien poncho las llantas de tu auto cuando fuiste a mi casa por primera vez ¿recuerdas?”. Lo recordó con furia. Nos detuvimos a comprar una hamburguesa en el autoservicio y pensamos en asaltar el lugar, asesinar a los comensales y a sus miserables empleados, pero hubo algo en el rostro de la señorita que nos atendió que hizo que impidiéramos eso, ambos vimos tanta ignorancia en la mirada, que daba tristeza y quizás un balazo en su pecho pudiera ser lo mejor que le habría pasado en su vida a esa pobre muchacha con el rostro repleto de acné. Ambos lo pensamos, pero ninguno dijo una sola palabra, miramos a la gente y pensamos en sus caras de horror al ver a dos jóvenes de diecisiete años robándose furiosamente todo el dinero de la caja, saliendo con las manos llenas, dejando charcos enormes de sangre que avanzaran por todo el blanco suelo, dejando caer los vidrios del lugar, pero mejor optamos por comer nuestra hamburguesa y nuestras papas fritas, ya se hacía tarde, teníamos que matar a alguien, pero no sabíamos aún a quien. Volvimos a subir al carro y es aquí donde empecé a sentir los nervios, porque doblamos en la calle de Banfield, donde estaba el restaurante donde trabaja Julia, era un hecho, Tony iba a matarla, sin excusa alguna, sólo porque éramos dos grandes imbéciles con un arma cargada y nada que perder, dispuestos a asesinar a alguien, sin resentimiento alguno pero también sin rencor, sólo necesitábamos colmar esa necesidad que da el posicionarte detrás de un gatillo, con todo el dulce filo de la muerte a tu favor. Mirar a alguien por última vez, en este caso un desconocido, escuchando su agitada respiración, y sólo bastaría menos de un segundo para matarlo horrorosamente, haciendo un agujero ardiente en su piel donde después ascendería el humo, el vertiginoso humo después de la explosión en el cañón, dispararle en la sien o en alguna parte del torso para así dejar escapar la bala hacía otro lado, sólo bastaría jalar un gatillo de la misma forma en la que se jala un papalote que se pierde entre los rayos del sol, jalar el gatillo como si tocaras un arpegio en una guitarra, jalarlo como una caña de pescar, sólo bastaría un movimiento, el más pequeño de todos para acabar con alguien y Tony y yo teníamos esa celestial fortuna, de tener tantos destinos en un solo lugar. Tony salió del auto y no giró su cabeza para mirarme, sólo salió y dejó el auto encendido, entro por la puerta del restaurante, y creí que regresaría pronto y lo único que haría sería llegar y dispararle a Julia, sin antes un saludo, sin antes nada. Y que para Julia todo el día transcurrido antes de las siete de la tarde en la que Tony arribara al restaurante se hubiera desarrollado totalmente normal, pero toda su vida culminaría con ese acto, indiscretamente. Pasaron varios minutos y el auto se llenó de una atmosfera extraña y preocupante, no sabía qué hacer, Tony no regresaba y eso comenzaba a preocuparme, pensaba que lo habían atrapado o que alguien lo había visto con un arma y lo remitirían en cualquier momento a las autoridades, pero fui fuerte y no quise pensar en eso, encendí la radio y entrecerré los ojos para ver que a lo lejos ya por fin lo salía del restaurante, tomado de la mano de Julia, corrió hacia el auto dejando a Julia atrás y en seguida abrí la ventana para oírlo hablar , se recargo en la puerta y me susurro, “Pásate hacia atrás, la mataremos cerca de la llanura”, baje del auto y deje que Julia subiera en el asiento del copiloto mientras me sonreía, tomamos la carretera y encendí un cigarro. Tony se detuvo en un hotel y miro a Julia con lujuria, lo peor de todo es que Julia lo miraba igual, después pensé que quizás Tony mataría a Julia dentro del hotel, después de cogérsela o mejor aún, mientras se la cogía, así que fue cuando Tony le pregunto a Julia: “¿Estas segura de que está aquí?, “ Sí, aquí debe estar tirándose a mi novio, esa hija de perra, los vi irse, y es la segunda vez que lo hace y sé que está aquí” respondió Julia, “¿Traes el arma verdad?”, “así es Julia, aquí esta” se descubrió la playera y ahí estaba el arma, las luces de neón del hotel la alumbraba muy bien. Sentí demasiado rabia, esto sólo era entre Tony y yo, comencé a sentirme celosa, demasiado celosa, yo amaba a Tony y no podía permitir que se me resbalara de las manos frente a mí, y mucho menos de esa forma, y con Julia, mejor dicho ayudando a Julia de vengarse de las infidelidades de su novio.Sonreí como siempre y me amarre el cabello “Yo manejo”, le dije a Tony, “puedes irte atrás para besarte mejor con Julia, ahora que a ella no le importa más su novio”, Tony rápidamente salió del auto y Julia también “pero dame el arma” le ordené. Y así lo hizo, vaya que el arma pesaba. Comenzó a levantarle la blusa y lamerle los senos,después poco a poco fue hundiendo su dedos por debajo de la falda, lo veía todo muy bien desde el retrovisor y los destellos de los faros de los carros me ayudaban a ver mejor como Tony le tocaba todo el cuerpo.Me sentí enojada y en cuanto más me acercaba al hotel, sentía tantas ganas de besar a Tony, de besar a Julia también, de que Tony me cogiera justo dentro de auto mientras yo besará dulcemente a Julia.Quería que me desnudara como a ella, que me jalará el cabello como a ella, quería ser ella, quería que me tocara y me hiciera gemir como a ella pero mejor frené y Tony me dijo “Oye ¿Qué estás haciendo?”,”¡Salgan del maldito auto!, “, les ordené, y después me bajé y les apunte a ambos con el arma. Julia bajo sin playera y con la falda al revés dejando caer lentamente sus bragas, y Tony bajó con el pantalón en las rodillas, les pedí que se arrodillaran y pusieran su mano en la nuca, como había visto tantas veces en películas y series de televisión. “¿A quién matare primero?”, pensé. Si a Julia por arrebatarme a Tony y hacer que trabajáramos para ella a Tony por traicionarme de esa forma y desecharme después como una envoltura de chocolate. Recordé que hace unas horas, antes de saber que Tony tenía un arma, habíamos hecho el amor en su habitación, después el sacaría del cajón de su armario esta arma que en ese momento tenía en mis manos apuntándolos a los dos. Ambos lloraban, pero más Julia, sus coyunturas se iban hacia abajo de una forma muy graciosa, como si fuera un animal. Pero Tony estaba serio y sólo le caían las lágrimas sutilmente en su polvoriento rostro, mezclándose las lágrimas con la tierra. Me pedían que por favor no los matara, me suplicaban que por favor no jalará el gatillo pero…lo hice. Primero maté a Tony, el impacto de la bala empujo todo su cuerpo hacia atrás, perdiéndose en el pastizal y la oscuridad del suelo, siendo parte ya de la tierra. Julia entro en un estado de shock y le dispare en la garganta, dentro de su agonía vomitaba sangre y sus ojos se movían hacia todos lados, cayó con fuerza a lado de Tony y con la lengua expuesta y un canal de sangre que le brotaba de la garganta, les di la espalda a los dos. Me subí al auto, subí el volumen de los comerciales en la radio y regrese al motel, pedí una habitación y escribí estas palabras en una libreta que me encontré en uno de los cajones que estaban en el buró en donde ahora está el arma con la que los mate, y por la ventana estoy viendo como la ambulancia se está llevando los cuerpos y los policías bordean la zona del crimen con hermosas cintas de plástico amarillas.
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